Hace tiempo que me interesa el tema del colapso. Si aún no habéis oído hablar de él, podríamos definirlo como un proceso de cambio drástico e irreversible que influirá en múltiples aspectos como una mayor fragmentación en las relaciones sociales (me gusta el término de Sociedad Líquida que emplea el sociólogo Bauman), mayor dificultad para cubrir necesidades básicas, deslegitimidad de las instituciones políticas y oficiales, crisis medioambientales, aumento de conflictos bélicos, insolvencia de las instituciones financieras y devaluaciones monetarias, aumento de la desigualdad de género (y/o radicalidad de los posicionamiento reactivos), mayores riesgos para la salud… Tal es así que algunos expertos hablan de una posible sexta extinción. Pero por primera vez, en esta ocasión las causas no serían naturales, sino gracias a la acción de especia humana sobre el planeta. Llamamos Antropoceno a la actual era que, a diferencia del Holoceno, se caracteriza por la huella de la actividad humana sobre el Planeta.
Algunos autores/as (más de 15.000 científicos nos advierten de que nos quedamos sin tiempo para salvar a la humanidad) intentan predecir cuando se producirá este colapso y, para una parte cada vez más numerosa de ell@s, éste sería más pronto que tarde. Yo no me atrevo a asegurar qué predicción es más acertada, pero sí pienso que en algunos sitios esto ya es una realidad y, sobre todo, que tenemos indicadores de que este proceso ha comenzado.
En este post, principalmente inspirado por el libro Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo de Carlos Taibo, he recopilado algunos datos de dicho libro complementando y contrastando la información con otras fuentes (muchas mencionadas en otro estupendo libro: Manual de lucha contra el cambio climático, de Joao Camargo y Samuel Martín Sosa). Espero os resulte de interés y, sobre todo, contribuya a concienciarnos de esta problemática.
Biodiversidad y Cambio climático
Actualmente sufrimos la deforestación, destrucción de habitats, erosión o salinización de suelos, mala gestión del agua, mala gestión de residuos, practica abusivas de caza y pesca así como una sobreexplotación animal para el consumo, desarrollo de un tipo de tecnología insostenible, creciente ampliación de nuestra huella ecológica… Todo ello son algunas de las causas del cambio climático que ya esta teniendo efectos devastadores en el medio ambiente.
El sexto informe de la ONU sobre las Perspectivas del medio ambiente mundial de 2019 recopila los principales problemas medioambientales: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la reducción del agua disponible, la contaminación del aire y de los mares, la sobrepesca y agotamiento de otros recursos, la deforestación y la desertización. Y asegura que la situación ha empeorado considerablemente desde la publicación de la primera edición 20 años antes, principalmente a causa del modelo actual de producción y consumo (traduciendo el eufemismo, a causa del capitalismo).
Los científicos Christophe Bonneuil y Jean Baptiste Fressoz establecen que el ser humano se ha apropiado de cerca de la tercera parte de la producción de biomasa continental y consume una vez y media lo que el planeta puede aportar anualmente. La WWF establece que nuestra huella ecológica para 2050 será de 2,5 Planetas.
Por otro lado, tenemos algunos datos alarmantes sobre la fauna. Algun@s investigadores/as aseguran que se ha extinguido el 99,9% de las especies que hayan existido nunca (Laekey y Lewin, 2011:56). Según Río (2015:23) unas 30.000 especies desaparecen cada año (tres cada hora). Algunas de las especies que están en peligro son de vital importancia para la supervivencia humana. Un ejemplo son las abejas, con un papel esencial en los ecosistemas (según Greenpeace cerca del 75% de los alimentos que consumimos y el 90% de las plantas silvestres dependen de la polinización). Sin embargo informes como “El declive de las abejas” advierte que las poblaciones de abejas disminuyeron en Europa un 25% entre 1985 y 2005; y datos recientes revelan que el 46% de las 68 especies de abejorros europeos están en declive y 24% en peligro de extinción.
El informe Planeta Vivo 2020 de WWF confirma que las poblaciones mundiales de vertebrados han disminuido un 68% desde 1970. Ya en 2007 la ONU advertía que cada día perdíamos cerca de 150 especies. Y a nivel local, los países del área mediterránea perderán entre el 10% y el 13% de todas sus especies con cada grado que se caliente esta masa de agua, la que más rápido se calienta de todo el planeta.
Otro ejemplo son los corales (algun@s los consideran el equivalente oceánico a las selvas amazónicas en la superficie, ya que es donde concentran la máxima cantidad de biodiversidad y su estado de salud ofrece pistas para diagnosticar la situación). Los arrecifes de coral tienen protegen las costas contra la erosión, sirven como hábitat para muchas especies marinas (incluyendo las de consumo humano) y algunos de sus compuestos químicos se utilizan para crear medicamentos (entre ellos varios contra el Cáncer) Sin embargo, actualmente se han identificado 231 especies en peligro de extinción, amenazadas o vulnerables (principalmente por el llamado blanqueamiento del coral, una enfermedad causas por las subidas de temperatura del agua. Un documental muy recomendable que documenta esto es En busca del coral).
Relacionado con lo anterior, el fitoplancton -base de toda la vida marina-, está cayendo un 1% al año a causa del calentamiento global. Estos microorganismos suponen, aproximadamente, la mitad de la producción de biomasa del planeta y del oxígeno atmosférico. Pero, según el estudio publicado por Nature en 2010, desde 1950 hasta la actualidad, la concentración de fitoplancton en el hemisferio Norte se ha reducido un 40% debido al incremento de la temperatura del agua.
Sobre el calentamiento global, la subida de temperatura ya es hecho que está siendo registrada por las estaciones meteorológicas de todo el mundo. Desde el inicio del siglo XXI, la mayoría de años han ido registrando récords de picos de temperatura. Si de 1900 a 2013 esta temperatura subió unos 0,00791ºC al año, de 2013 a 2016 lo hacía a 0,3ºC al año. Todos los años que llevamos de siglo están en el top 20 de los años más calientes desde que hay registros. La concentración actual de dióxido de carbono es superior a las 400 partes por millón. Esta concentración hace que la temperatura global sea hoy más de 1ºC superior a la de la era preindustrial. En España, durante el verano de 2022, hemos registrado máximos históricos en varias comunidades. No sólo de picos de temperatura, sino de también en cuanto a duración de días en olas de calor. Además, estamos asistiendo a un fenómeno de sobrecalentamiento de altura con valores de cero grados a 5000 metros sobre el nivel del mar. También, el Mediterráneo occidental está teniendo temperaturas similares a las del mar caribe. Una mayor temperatura del mar mediterráneo conllevará un mayor bochorno y todo un cambio en el régimen de brisas (que es lo que ayuda a rebajar la temperatura en las zonas costeras), así como un aumento de las probabilidades de lluvias torrenciales a final del verano y el inicio del otoño.
También hace que la temperatura esté aumentando el echo de que el agujero de la capa de ozono, que se había ido reduciendo en los últimos 10 años, en la actualidad haya vuelto al tamaño de hace una década en sólo dos años.
Este aumento de temperatura también se manifiesta en la modificación de los regímenes hídricos, en el cambio de las precipitaciones (menos periodos de lluvia y periodos cortos de lluvia torrencial donde se desaprovecha el agua y generan desastres), la subida del nivel medio del mar y un aumento de los fenómenos climáticos extremos.
Para los que vivimos en nuestro territorio (España), estamos notando el cambio climático en el incremento general de las temperaturas y las olas de calor. Según un estudio de eltiempo.es, tendremos veranos de 50º en 2050 a causa del calentamiento global. Desde 1975 se han dado 57 olas de calor en España y la tendencia es que aumenten de frecuencia e intensidad. Pero también encontramos otros indicadores como la subida del nivel de mar: entre 20 y 88 cm durante el S.XXI (Acot, 2004:261) o el progresivo deshielo de los polos (hace tan solo un mes se desprendió en la Antártida uno de los mayores icebergs de los que se tiene constancia, unos 5.800 kilómetros cuadrados).
Un estudio realizado por investigadores del Instituto Cooperativo de Investigación en Ciencias Ambientales (CIRES) de la Universidad de Colorado Boulder asegura que los niveles de ozono (considerado un gas de efecto invernadero) se han incrementado un 10% durante los últimos 20 años en el hemisferio norte.
Por otro lado, también se está registrando la mayor concentración de catástrofes naturales (en cursiva porque no siempre sus causas son sólo naturales): tormentas e inundaciones, desertización, proliferación de incendios, tormentas de polvo, crecimiento e intensidad de huracanes y tornados… Según Munich RE (una de las mayores empresas reaseguradores del mundo), el número de catástrofes naturales se ha triplicado en los últimos 35 años. La mayoría se debe principalmente a fenómenos asociados al clima.
Hoy se se pierden en el planeta al año 120.000 km2 de bosques, un 40-50% más que hace una década (Lakey y Lewin, 1995:301).La mayor parte de esta pérdida tiene su causa en la intervención humana: deforestación causada por la conversión de selvas tropicales en tierras agrícolas y explotaciones ganaderas (las cuales además son la principal causa de emisiones de gases de efecto invernadero por encima del transporte), incendios forestales… Según esta noticia de La Vanguardia el planeta pierde cada año 52.000 kilómetros cuadrados de bosque, un área similar a la superficie de Costa Rica o algo superior a la de Aragón. Y según la WWF, en su informe Los bosques despúes del fuego, los grandes incendios forestales aumentaron un 22% entre 2004 y 2013, respecto a la década anterior.
Otro grave indicador lo encontramos en dos recientes estudios que aseguran que la corriente del Golfo, que juega un papel fundamental en la regulación del clima mundial, se está debilitando ( está en su pero momento en 1.500 años). Esta desaceleración aumentaría del nivel del mar afectaría al clima europeo, con inviernos más fríos y más nieve y acentuando las olas de calor en verano.
Esta situación ha llevado a parte de la comunidad científica, como el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático a asegurar que vamos a tener que aprender vivir con el cambio climático. Detenerlo o revertirlo, al menos con la tecnología existente, se sospecha imposible. Tendremos que acostumbrarnos a un siglo XXI más cálido y desértico.
Para ver gráficamente algunas de estas consecuencias del cambio climático es interesante visitar esta recopilación de imágenes de la NASA que compara fotografías de un mismo territorio años después: Images of Change.
Para terminar este apartado, os dejo con este vídeo de Acciona:
El agotamiento y empobrecimiento de las materias primas
La crisis que precede al colapso es múltiple. Con respecto a la energía, es una crisis no sólo de contaminación sino también de abastecimiento. Se lleva alertando sobre este agotamiento desde hace mucho tiempo y, al mismo tiempo, otros sectores han intentado hacer de esto un mito mostrando como se han pasado algunos de los plazos proyectados (por ejemplo, Ivan Ilich en «Energía y Equidad», establecía que: Los métodos que hoy se utilizan para producir energía agotan los recursos y contaminan el ambiente. Al ritmo actual de su utilización, el carbón, el petróleo y el gas natural y el uranio se consumirán dentro del horizonte temporal de tres generaciones). Pero lo cierto, y sin saber hasta cuánto, es que las actuales fuentes mayoritarias de energías, fuentes de combustible y las principales materias primas se caracterizan por su condición de agotable (a la par que su explotación y distribución también es altamente contaminante).
Cada año consumimos combustibles fósiles equivalentes a lo que la tierra tarda en crear miles de años. Actualmente usamos 16 veces más energía que a principios del S.XX (Lorius y Carpentier, 2010:76). Y desde principios de 1990 se encuentra menos gas del que se consume. Fernández Durán y Gonzáles Reyes estiman que el pico se registrará durante 2020-2030 (2014:96).
Contamos con algunos datos como la Tasa de Retorno Energético (para producir energía es necesario contar con energía para su extracción). En el caso del petróleo, en los primeros yacimientos el retorno era de 100 a 1. Esto ha ido menguando al tiempo que empobrece la calidad y hay una demanda mayor. En la década de 1960 por cada barril consumido se descubrían 6. Y hoy, con una tecnología más avanzada, se consumen siete barriles por cada uno que se descubre (Servigne y Stevens, 2015:44). Y el 50% del petróleo producido procede de grandes yacimientos anteriores y no se ha descubierto ninguno nuevo similar en los últimos años (Heinberg, 2006:15).
Además, han aumentado el empleo de nuevas técnicas agresivas como fracking (fractura hidráulica). Igualmente insostenible, que además necesita un gran consumo de agua (otro recurso escaso, en España desde 2014 hay una situación de sequía generalizada y cada año llovido menos que la media histórica -1971-2000-, y según la propia AEMET el sistema hídrico está colapsando y es el período en el que menos ha llovido de los últimos 30 años) y generan desequilibrios geológicos que ya han registrado algunos de los anteriormente mencionados desastres naturales (aquí podemos ver una recopilación de accidentes en EEUU, territorio que actualmente está explotando mayoritariamente esta técnica. En España tenemos el ejemplo del terremoto en Burgos). Entre los riesgos del fracking encontramos: riesgos de explosión, escapes de gas, escapes de ácido sulfhídrico (muy tóxico en bajas concentraciones), contaminación de acuíferos, terremotos, especulación económica…
Todo esto es un riesgo para una sociedad altamente dependiente de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) para el transporte, alimentación, vestido, calefacción… El agotamiento y escasez de estos recursos podría provocar o acrecentar crisis económicas, disminuyendo la renta per capita, aumentando los conflictos bélicos por recursos, encareciendo el acceso a las energías…
Algunas personas y colectivos encuentran una alternativa energética en la energía nuclear. Sin embargo, el uranio (el combustible nuclear más utilizado) es un recurso no renovable. Según el estudio conocido como Red Book publicado por la OCDE y el OIEA se estima que la cantidad total de existencias de uranio convencional permitiría abastecer la demanda de uranio para generación nuclear de electricidad durante 85 años (Uranium: Resources, Production and Demand (Red Book)). Además, para su extracción, transporte y construcción de centrales nucleares sigue siendo necesario otras fuentes de energía como el carbón y petróleo. Y para el funcionamiento de las grandes centrales nucleares son necesarios grandes consumos de electricidad.
Por otro lado, el uranio y algunos compuestos químicos empleados por la industria nuclear generan gases del efecto invernadero. Pero uno de los mayores problemas están en la generación de residuos intratables, que se descomponen a miles de años y se van acumulando a un ritmo mucho mayor que su descomposición. Al mismo tiempo, las centrales se construyen con fecha de caducidad y se van deteriorando con el tiempo, aumentando el riesgo de accidentes con el paso de los años (Fukushima o Three Mile Island) o quedando expuestas a desastres naturales (Chernóbil). Los accidentes nucleares tienen en impacto en toda la tierra y, de media, cada 8 años se produce un accidente nuclear. Además, muchas centrales se han demostrado insostenibles económicamente sin depender de grandes subvenciones o ventajas fiscales.
La alternativa eléctrica tampoco se presenta como una opción sostenible. En 2017 los coches eléctricos superaron los dos millones. La Agencia Internacional de la Energía calcula que esta cifra ascenderá a 140 millones para 2030. Esto podría producir cerca de 11 millones de toneladas de baterías usadas de aquí a 2030, mientras que en la Unión Europea se recicla sólo un 5% de las baterías.
Con respecto a otras materias primas, algunos investigadores como Paolo Cacciari (en Bianchi y otros, 2012:70), establece que hemos empleado el 95% del mercurio disponible, el 80% del plomo, la plata y el oro, el 70% del arsénico, el cadmio y el zinc, y el 60% del estaño, selenio y litio (del que según estimaciones actuales, en los próximos 10 años el mundo necesitará entre 3 y 10 veces más litio al año de lo que se produjo en 2015).
Por otro lado, en nuestro avance hacia el colapso civilizatorio, cada vez sufrimos más una escasez de materias primas y minerales semiconductores que repercute en la fabricación de componentes electrónicos. Actualmente las fábricas están experimentando problemas para mantener el ritmo de fabricación de chips y microprocesadores como memorias ram, cpu´s, tarjetas graficas… Esto ha agravado la situación de explotación de trabajadores/as, ha disparado los precios, ha aumentado la tensión entre países exportadores e importadores, incluso ya han aparecido casos de contrabando de este tipo de componentes. La tecnología necesita minerales para fabricarse y cuanto más compleja es, más. Además, el hecho de que muchos de estos minerales estén escaseando, hace que los nuevos yacimientos estén menos accesibles y que se necesite una tecnología mucho más agresiva para conseguirlos. Es necesario remover grandes cantidades de tierra para acceder a minerales que se encuentran más dispersos (menos concentrados en vetas), se alteran acuíferos, se agrede a comunidades locales…
Todos estos datos también son coherentes con las previsiones establecidas por el Servicio Geológico de Estados Unidos (o USGS por siglas en inglés). Según este organismo, en sólo un siglo, las sociedades industriales han degradado un 26% de las reservas de base de minerales no energéticos. Han calculado que el pico de extracción de metales básicos como el hierro se alcanzará en 2068, al aluminio en 2057, y el cobre en 2024.
Crisis de cuidados
Carlos Taibo, nos habla de una crisis del cuidado haciendo referencia al crecimiento de las ciudades, el retroceso de los espacios de socialización, un creciente individualismo, envejecimiento de la población y una presencia desproporcionada de ancianos en relación con el resto de la población, tardía emancipación de l@s hij@s, extensión de la precariedad y, en particular, una feminización de la pobreza a partir de la incorporación masiva de las mujeres al trabajo asalariado (que representan el 70% de la pobreza en el plantea y el 78% de l@s analfabet@s son mujeres). Aunque, por otro lado, las mujeres desarrollan el 67% del trabajo a pesar de que reciben sólo el 10% de la renta (Bruna Bianchi, en Bianchi y otros, 2012:10).
Crisis políticas y económicas
Actualmente podemos ver como hay una perdida generalizada de confianza en las instituciones políticas formales y sus representantes políticos. El propio secretario general de la OCD, Ángel Gurría, dijo hace menos de una año: «Nadie cree ya en los presidentes, ni en los partidos, ni en los parlamentos, ni en la banca, ni en las multinacionales ni en nada.«. Algo lógico cuando vemos continuamente casos de corrupción, intereses personales, mentiras y promesas incumplidas, desempleo, ausencia de mecanismos de control, una ausencia de justicia en cómo actúa la justicia, privatización de servicios públicos, burbujas especulativas, puertas giratorias, mala gestión de la deuda pública, inexistencia de la supuesta separación de poderes, ausencia o mala gestión de políticas sociales, reformas laborales neoliberales que suponen un atraso en las conquistas y luchas sociales… Según el informe Crisis económica, confianza y capital social publicado por el IVIE y la Fundación BBVA entre 2008 y 2016 la confianza en los políticos y en el parlamento ha disminuido más de 30 puntos.
Desde el panorama descrito se pueden entender algunos resultados actuales como la victoria de Trump en EEUU, el Brexit, el resultado negativo del referéndum sobre la paz en Colombia, los recientes cambios de Gobierno en Estonia o Bulgaria, el aumento de las organizaciones políticas fascistas, un creciente odio y sentimiento racista…
¿Y cuál es la respuesta política ante una pérdida de confianza en las instituciones? El riesgo de una pérdida en las instituciones políticas y económicas es muy grande para las propias instituciones. Pueden ir desde estallidos y revueltas sociales, hasta fórmulas de autoorganización y redes de solidaridad donde las instituciones no sean necesarias. En cualquier caso, ambos casos son desestabilizadores para los intereses de los grupos políticos y económicos. Pero lejos de reconocer su papel y actuar sobre las estructuras políticas y económicas, las instituciones están respondiendo con un aumento de la represión ciudadana. En España podemos comprobar esta situación con la actual Ley Mordaza, los ataques a la libertad expresión en la cultura y las redes sociales, los fuertes controles migratorios…
A nivel internacional, podemos ver como se extienden las guerras y mafias en algunos países donde se explotan materias primas y fuentes de energía. En algunos casos a nivel interno (como el caso del congo con el mineral coltán), y en otros casos, a nivel internacional como los conflictos provocados por EEUU por el control de yacimientos de petróleo y gas (aquí hay que recordar que más de la mitad del gasto militar de EEUU responde al objeto de proteger el acceso a las materias primas energéticas). En esta web podemos ver en tiempo real los conflictos que hay a nivel mundial organizados por diversos temas. Otro ejemplo ilustrativo lo encontramos en la guerra civil de Siria, que comenzó con una larga sequía de 5 años.
Además, actualmente también debemos hacer referencia al problema de los refugiados climáticos. Se estima que entre 2010 y 2016 más de 140 millones de personas tuvieron que migrar debido a eventos extremos asociados al cambio climático: sequías, pérdida de cosechas, incendios, tormentas devastadoras… Según Cruz Roja un promedio de 211 millones de personas anuales han sido afectadas
durante la última década por desastres naturales, triplicando el promedio de la década anterior y siendo cinco veces la cifra de personas afectadas por conflictos armados. En la actualidad, hay más refugiados climáticos que la suma de refugiados que huyen por razones políticas, étnicas o religiosas. Según investigadores de Naciones Unidas, el cambio climático, la desertificación y la disminución de las fuentes de agua potable pueden elevar el número de desplazados ambientales hasta los 50 millones de personas en los próximos años. Y la previsión de la subida del nivel del mar, hará que este número ascienda considerablemente (en 2050 podrían ser más de 200 millones según la estimación más citada).
Salud y sistemas sanitarios
La actual sociedad capitalista, individualista y competitiva, nos ha impuesto una concepción reduccionista y biologicista de la salud. Se trata la enfermedad como un problema individual que separa al enferm@ de su contexto social, excluyendo lo político y lo ambiental en las causas de la enfermedad. Todo esto a pesar de que ya en los años setenta el informe Lalonde establece como determinantes de la salud el medio ambiente, el estilo de vida, el sistema sanitario y la biología humana. Sin embargo, principalmente se actúa sobre la biología humana. De esta forma se medicaliza cada vez más la vida con la consecuente mercantilización de los tratamientos (en España somos el segundo país en consumo de fármacos, que no necesariamente se ha traducido en una mejor salud).
Al mismo tiempo hemos perdido la confianza en los saberes tradicionales y los cuidados afectivos domésticos, delegando y dependiendo cada vez más nuestra salud y cuidados a figuras supuestamente hiperespecializadas en las que debemos confiar plenamente y no cuestionar. Esto se traduce en una pérdida de soberanía y el control sobre los procesos de producción de medicamentos o alimentos.
Lo anterior se refuerza con la creciente privatización de la sanidad, con la consiguiente dificultad de acceso a l@s que tienen menos posibilidades (que por otra parte son a menudo l@s que más lo necesitan). En el caso de Madrid, en los últimos años el 40% de la población pasó a ser asignada a hospitales privados (datos de la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad de Madrid, 2017). Y al hablar de la privatización de la sanidad no me refiero sólo a las instituciones y hospitales, sino también a la investigación (con la pérdida de objetividad y niveles de cientificidad de los estudios privados promovidos por las propias empresas farmacéuticas) o inversión en el desarrollo de medicamentos.
A nivel internacional se esta registrando una radicalización de las desigualdades según los territorios. Por un lado, hay un aumento de hambrunas. El ambientólogo Lester R. Brown cifró para 1996 en 788 millones el número de seres humanos que pasaban hambre, mientras que en 2009 había sobrepasado los mil millones. Y, por otro lado, también se ha registrado una mayor expansión de epidemias y pandemias y nuevas enfermedades o la vuelta a otras casi extintas.
Este es el panorama, y ahora… ¿qué alternativa tenemos al colapso?
Much@s autores/as aseguran que el colapso es inevitable. Se podrá minimizar sus consecuencias o atrasarlo, pero ya hemos sobrepasado el punto de no retorno. Por tanto, nuestras acciones irán más bien encaminadas a prepararnos para una mejor adaptación a los nuevos contextos, asumir un mayor protagonismo en nuestras vidas y mejorar nuestras redes y relaciones de solidaridad. ¿Por dónde empezamos?:
- Recuperar saberes tradicionales no dependientes de una tecnología insostenible y que será menos accesible en un panorama postcolapsista.
- Implementar y usar fuentes de energías renovables. Se deben reducir y parar los nuevos proyectos de petróleo, gas y carbón. Sí se puede. En el caso de Islandia, el país se ha comprometido a ser un país libre de petróleo en 2050. En 2006 el 70% de sus necesidades energéticas ya se cubrían con fuentes geotermales e hidroeléctricas. En este ámbito, los gobiernos y empresas deberían derivar las grandes cantidades de dinero destinadas a subvenciones o inversiones en las energías tradicionales a invertir más en investigación y desarrollo de energías limpias. Por otro lado, como consumidores, podemos disminuir nuestra consumo de energías contaminantes y valorar la contratación de nuestros suministros con empresas responsables que invierte en energías renovables. En mi caso tengo la luz contratada con Gesternova, y en la cooperativa donde vivo la luz de la comunidad esta contratada con Som Energia (ambas son comercializadoras de electricidad de origen renovable).
- Aumentar nuestra soberanía alimentaria: consumir productos locales, conocer la procedencia de los alimentos, participar en grupos de consumo ecológico, consumir productos de temporada, reaapropiación de los procesos de producción y explotación de los alimentos (iniciativas de autoconsumo, huertos urbanos), reducción de la producción ganadera, una agricultura diversificada, adaptada a las condiciones locales (orientada principalmente al consumo próximo) y libre de pesticidas…
- Apostar por una movilidad más sostenible. Usar principalmente el transporte público (que debiera ser gratuito), aumentar el uso de la bicicleta como medio de transporte, compartir coches y trayectos, apostar por un tipo de urbanización y arquitectura que den prioridad a la movilidad ciudadana en lugar de a los automóviles, aumentar las zonas verdes en núcleos urbanos (que está demostrado que disminuye la contaminación y las temperaturas en las ciudades)…
- Hacer un uso de la tecnología más sostenible. Apostar por software y hardware libre, alargar la vida útil de nuestros dispositivos, reciclar, consumir y comprar tecnología de comercio justo (actualmente el Coltán es un mineral usado en la mayor parte de dispositivos electrónicos, pero es muy contaminante y su explotación en países empobrecidos provoca guerrillas, conflictos armados, control de los territorios por mafias y las condiciones de trabajo son de explotación extrema), contratar empresas de telecomunicaciones sostenibles (si, existen y hay alternativas a las grandes multinacionales, en mi caso estoy con Som Connexió, una cooperativa operadora de telefonía que se rige bajo los principios de la economía del bien común)…
- Apostar por nuevos materiales que supongan alternativas a los que actualmente son una importante fuente de contaminación. A modo de ejemplo, con respecto a la excesiva dependencia del plástico que esta contaminando grandes extensiones de tierra y mar, existe un polímero para sustituir los actuales plásticos por un nuevo tipo de material plástico sostenible, libre de residuos y químicamente reciclable. También existen bioplásticos construidos con distintas biomoléculas complejas como el almidón de patata, el almidón de maíz, la lignina o la celulosa y que son biodegradables. El grafeno también podría suponer una excelente alternativa en el mundo de la electrónica y la tecnología.
- Potenciar la economía local, cooperativa y que asegure un reparto equitativo y justo del trabajo. Los proyectos de emprendimiento personal deben servir para reapropiarnos de los procesos de producción de nuestro trabajo y aumentar nuestra autonomía. Sin embargo, actualmente existe un modelo de emprendimiento basado en la autoexplotación y supone una excusa para que los responsables políticos deriven la responsabilidad de la precariedad laboral al ámbito individual y competitivo.
- Experimentar fórmulas económicas alternativas y asociativas. Cajas de resistencias, bancos del tiempo, tiendas libres, trueques, monedas locales, prestamos sociales, bancos de alimentos… Puede que los cambios empiecen por un comportamiento personal , pero si no llevamos a cabo cambios que rompan la esfera individual e impliquen círculos comunitarios mayores, nuestras acciones personales tendrán una incidencia simbólica.
- En el ámbito de la salud, dar protagonismo a la prevención primaria. Aumentando la apuesta por la sanidad pública y universal, al mismo tiempo que se fomenta una descentralización que dote de mayor autonomía y responsabilidad a los profesionales de la salud. Por otro lado, pienso que debemos reducir la medicalización de nuestras vidas y depender menos de las industrias farmacéuticas. Se trata de recuperar saberes tradicionales y habilidades para una mejor prevención primaria, recuperando autonomía y protagonismo en nuestra propia salud. Eso, y regirse por una máxima clásica: mens sana in corpore sano.
- Reducir el consumo de carne. No sólo por el beneficio de nuestra salud. La industria ganadera intensiva y los procesos de explotación animal tienen importantes efectos sociales y medioambientales: expulsión de campesinado e indígenas para plantar monocultivos destinadas a alimentación animal, desaparición de la ganadería campesina y modos de vida asociados, obesidad provocada por un exceso de consumo de carne, excesiva contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero, excesivo consumo de agua (la ganadería utiliza el 8% del agua mundial, y se estima que para producir 1 kg de carne de vacuno intensivo son necesarios 20.000 litros de agua), etc.
- Con respecto a la educación, en una sociedad postcolapsista tal y como la describen algun@s autores/as, no tendría sentido los actuales currículos oficiales de los centros escolares (si es que lo han tenido alguna vez). Actualmente la educación tradicional mayoritaria nos educa para ser trabajadores/as consumistas y personas adaptables a las necesidades del mercado global. Creo que deberíamos transformar nuestra educación en una educación más práctica según el contexto postcolapsista proyectado bajo algun@s autores/as: aprender a relacionarnos desde la cooperación en lugar de la competitividad, adquirir conocimientos de construcción, saber trabajar el campo, conocimientos para una alimentación y estilos de vida saludables… Por otro lado, cambiar también el enfoque actual de una formación que prioriza por la hiper-especialización (que pienso se puede seguir desarrollando porque nos permite profundizar más en un campo científico, pero de forma aislada corre el riesgo de parcelar el conocimiento), a otra más compleja y general. No se trata de saber de todo, sino del todo (esto nos permitirá hacer una lectura más crítica de nuestro entorno).
- En el ámbito político nos hemos acostumbrado a delegar el protagonismo de nuestras vidas a responsables políticos. Tanto que actualmente vemos las responsabilidades para apropiarnos de nuestra vida como una carga de la que huir. Pienso que urge probar fórmulas de autoorganización, democracia directa y autogestión en nuestros territorios. Mejorar nuestra capacidad de autoorganizarnos tendrá efectos positivos en nuestra capacidad de resiliencia. No obstante, de cara a exigir a nuestr@s «representantes» políticos, me parece acertadas estas 10 medidas para iniciar la transición ecológica que propone Ecologistas en Acción. Así mismo, podemos rescatar también algunos puntos del programa ecosocialista de Daniel Tanuro: Reducir las fuerzas productivas materiales: producir menos y transportar menos mercancías, expropiación y socialización de las compañías energéticas, nuevo sistema energético basado en fuentes renovables de titularidad pública, expropiación de la banca y sistema financiero, o gratuidad de los bienes básicos (agua, energía, movilidad).
Y ahora, si has llegado hasta el final, me gustaría recibir vuestros comentarios sobre esto. ¿Crees que el colapso es real? ¿Qué otros datos tienes? ¿Qué otras alternativas tenemos?
Maravilloso artículo.
Creo que si no acruamos ya, llegaremos al colapso sí.
Gracias José Antonio. Algunas personas ya no sólo se preguntan cómo actuar frente al colapso, ya que muchas voces aseguran que es inevitable, sino como prepararnos para sus consecuencias. Creo que algunas de las alternativas no sólo van destinadas a minimizar o retrasar el colapso, sino que además suponen un entrenamiento para prepararnos mejor en un escenario postcolapsista.
Un abrazo y de huevo gracias por el comentario!
No comentas nada de la reducción de la población mundial, única solución real a la mayoría de los problemas. Según diferentes cientficos (ecodemógrafos, ecoestadístas, etc) con el ritmo actual de crecimiento de la Huella Ecológica que si bien la general rondará los 1,75 planetas como indicas, las de EEUU,, Londres, grandes ciudades chinas, Australia, Dinamarca, etc, etc y paises o ciudades similares rondan ya los 6 planetas, y teniendo en cuenta que la población mundial tiende a duplicarse, sería necesaria una reducción drástica hasta al menos la mitad de la población actual.
Gracias Miguel, en esta breve recopilación efectivamente me faltan muchas cosas, entre ellas la reducción de la población, así que te agradezco el apunte. Un abrazo.
El verdadero no es la
superpoblación de humanos, sino la de animales para ser consumidos por esos humanos.
Un saludo
http://elveganoradical.rageofgaia.com/el-mito-de-la-superpoblacion-ι/
Gracias por el comentario! Bajo mi punto de vista no se trata sólo de identificar un problema principal por encima del resto, sino hacer una lectura compleja de cómo se relacionan los diferentes problemas y como todos se refuerzan mutuamente e influyen en el ecosistema medioambiental y social. Por eso he optado por hacer una recopilación desde diversos ámbitos. Siendo así, también pienso que las soluciones y alternativas también se deben dar a varios niveles de forma complementaria e igualmente compleja, actuando sobre diversos ámbitos y relacionando nuestras acciones para minimizar las consecuencias del colapso y una mejor transición eco-social. Gracias!
Me parece un artículo muy interesante y que aporta soluciones, que aunque no consiguieran evitar el colapso lo mitigarían. Creo que hay medidas más efectivas que otras, (como ya se ha apuntado) no tener descendencia o tener un menor número de hijas e hijos, reducir nuestro consumo (energético, calórico, etc.), estarían entre las más eficaces.
Por otra parte, un mundo tras el colapso, se ve ensombrecido por terribles, y muy creíbles, amenazas. La que más me asusta es la de un mundo militarista y belicista. La guerra supone una vía (terrible) de solución (parcial) de algunos de los peores problemas. En primer lugar, la superpoblación, eliminando a 4 o 5 mil millones de humanos en conflictos locales y seguramente globales la situación demográfica cambiaría de forma abrupta y radical. En segundo lugar, permitiría acceder a los recursos cada vez más escasos: agua, terrenos fértiles, y a recursos minerales (me parecen menos importantes que los dos primeros).
Creo que es de vital importancia trabajar para intentar alejar el peligro de las guerras. Para acercarnos a modelos de sociedades más pacíficas y colaborativas, es vital incidir en la educación y en los sistemas de comunicación. Hay que visibilizar en las redes, que un mundo más pacífico es necesario y es posible.
Se acercan tiempos oscuros, movimientos peligrosos que prepararán el terreno a la guerra: populismo, supremacismo, nacionalismo… Tenemos que ser activos y aportar para evitar los peores escenarios.
Gracias por tu artículo, muchos aspectos interesantes que has tratado y también los que no hemos tratado, son un material excelente para continuar con el debate.
Gracias Carlos!
Algunas de las alternativas propuestas no son tanto para evitar un colapso, sino más bien para estar mejor preparad@s ante el escenario postcolapsista. No obstante son de cierta urgencia, no sólo para minimizar las consecuencias en la medida de lo posible, sino también para empezar a ensañar formulas de reapropiación de nuestras vidas, resistir antes las diferentes amenazas (a mi también me asusta es el escenario belicista que planteas y que en algunos sitios lleva tiempo existiendo) y mejorar nuestras relaciones con otras personas.
Gracias a tí por continuar el debate!
Un abrazo!