Una de las novedades del actual borrador de la ICD-11 es la consideración de la adicción a los videojuegos como como trastorno de la salud. En mi publicación Intervención Social con menores y TIC: un modelo integral para la prevención de riesgos, ya contemplaba la posibilidad de considerar las tecnoadicciones como un trastorno. Sin embargo, hasta hace poco tiempo se ha negado la adicción a Internet porque parecía no implicar un deterioro físico o de la salud. No obstante, sí podemos encontrar una relación directa con la salud. Además de la ansiedad y el malestar psíquico producido por la saliencia (la necesidad del reforzador que genera la adicción), la conducta asociada a la adicción hace que se desplacen y se descuiden actividades y aspectos básicos como alimentación, sueño, salud, cambios de humor…
Según los investigadores y Doctores en Ciencias de la Educación Esther Prieto Jiménez y Guillermo Domínguez Fernández, las adicciones a las Nuevas Tecnologías se enmarcan dentro de las adicciones sin sustancias o socioadicciones. Éstas, son aquellas que no implican la dependencia a un compuesto, sino que hace referencia a una serie de comportamientos que la persona tiende a hacer de forma descontrolada.
Desde Pedernal siempre apostamos por no afrontar la problemática de forma alarmante, y personalmente creo que debemos hacer una lectura crítica de la propuesta de la OMS en el ICD-11. En primer lugar, debemos reconocer que el miedo a la adicción es un miedo que nos ha acompañado siempre en el desarrollo tecnológico con el teléfono, la televisión, Internet… y en este caso, los videojuegos…
Por otro lado, también es importante partir de reconocer los innumerables beneficios de los videojuegos en el desarrollo de la creatividad, la toma de decisiones, la capacidad de atención y concentración, las relaciones y sociabilidad en los juegos online, la memoria, la reducción de estrés, alivio del dolor (self-care-gaming, Depressed and Anxious? These Video Games Want to Help)… Y eso sin mencionar las posibilidades de gamificación en los procesos educativos, el deporte, la prevención de riesgos en Internet…
Para identificar una conducta como adictiva no se debe valorar sólo el tiempo o el tipo de videojuego. Hablamos de conducta adictiva cuando: a) se accede al videojuego no por el placer de jugar, sino para evitar la ansiedad que genera no hacerlo, y b) cuando se desplazan otras actividades básicas para la salud como comer o dormir, o actividades rutinarias (ir al trabajo o escuela, higiene o aseo personal, hacer deporte u otras actividades de ocio, relacionarnos con otras personas…).
Por tanto, lo que realmente define la conducta adictiva no es tanto la frecuencia con la que se realiza, sino la pérdida de control y el establecimiento de una relación de dependencia y su interferencia en la vida cotidiana. Según la propia OMS se establecen tres síntomas para determinar si una persona puede ser diagnosticada de acuerdo a este trastorno:
- falta de control sobre los videojuegos (si no son capaces de controlar cuándo empezar a jugar, con cuánta frecuencia, con qué intensidad, durante cuánto tiempo, cuándo poner fin a la partida…);
- un incremento de la prioridad otorgada a los videojuegos por encima de otros intereses y actividades de la vida diaria;
- y continuación o escalada de los videojuegos a pesar de las consecuencias negativas que puedan tener para su salud o para su vida.
De momento, en el borrador, se encuadra la adicción a los videojuegos dentro del apartado Trastornos mentales de conducta o del neurodesarrollo. Según la OMS: “…un patrón de comportamiento persistente o recurrente en los videojuegos que puede ser offline o a través de internet. Este patrón es de suficiente gravedad como para provocar un deterioro significativo en campos como el personal, el familiar, el social, el educativo, o el ocupacional”.
También se han pronunciado en contra algunas asociaciones como la ESA (Entertainment Software Association), que ha emitido un comunicado instando a la OMS a reconsiderar su decisión.
Tendremos que esperar a mayo para ver como se afronta finalmente este tema y la redacción final de la Clasificación Internacional de las Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados (ICD-11).
Y a tí, ¿te parece que la OMS acierta con esta clasificación?