La educación formal actual mata la creatividad

Hace ya algún tiempo que empecé a usar el Visual Thinking en algunos de mis cursos o para dinamizar espacios de participación. Cuando leo sobre pensamiento visual me he topado varias veces con ataques a nuestra actual educación formal y la falta de creatividad en la que nos educa (así como el miedo a crear de forma artística y libre). Un miedo que va en aumento a medida que vamos creciendo y avanzando en el itinerario educativo.

Según la neurociencia, hay funciones que están regionalizadas y que se producen en áreas concretas del cerebro. El procesamiento del habla, el lenguaje escrito, o la habilidad numérica se asocia al hemisferio izquierdo. Por otro lado, el conocimiento musical, la imaginación, o la percepción tridimensional se asocian al hemisferio derecho. En realidad usamos los dos hemisferios y ambos están conectados, no hay una separación real entre ambos hemisferios (incluso, según algunas investigaciones, parece que un hemisferio podría asegurar casi todas las funciones mencionadas en caso de que el otro fallara). Pero, al mismo tiempo, también debemos reconocer que hay ciertas funciones cerebrales que están regionalizadas a partir de la lateralidad cerebral. Entre otros, esto lo estudió en profundidad el neurocientífico y premio Nóbel de fisiología Roger Wolcott Sperry investigando el cuerpo calloso que une ambos hemisferios.

Sin embargo, la mayor parte de nuestra educación se centra en desarrollar la parte izquierda del derecho, descuidando los tipos de inteligencia asociados a la creatividad del hemisferio derecho. Esto es así no sólo a través de las principales materias curriculares (donde además hemos visto como se han incrementado en los últimos años los recortes de horas, la supresión, el descrédito o la falta de recursos en asignaturas más relacionadas con la creatividad y el pensamiento crítico como música, plástica, filosofía…), sino también pedagógicamente (los métodos de enseñanza-aprendizaje siguen basados principalmente en la lectura y memorización, el trabajo individual, la ausencia de investigación, la realización de operaciones lógico-matemáticas simples y de forma lineal…). Según el neurocientífico Francisco Mora, en su libro Neuroeducación, la enseñanza en los primeros años debe ser global, de equilibrio de todas las potencialidades de un niño.

Pero esto no es nada nuevo. Ya George Land en 1968 realizó un estudio en el que hizo una prueba de creatividad a niñ@s de 3 a 5 años (la misma prueba que se hacía para seleccionar científicos e ingenieros innovadores para la NASA). Cuando estos niños llegaron a los 10 años de edad, les hizo la misma prueba. Y nuevamente, a los 15 años de edad. Los resultados mostraban como la creatividad en niños de 5 años fue del 98%, 5 años después bajó hasta el 30%. A los 15 años bajó al 12%. Y los resultados en una prueba a más de 280.000 adultos, la creatividad fue del 2%.

Ferrière decía: «Al niño le gusta la naturaleza, pero lo encierran en clases cerradas; le gusta dar un senrtido a su actividad y le roban el sentido, le gusta moverse y lo inmvilizan; le gusta hablar y le dicen que permanezca en silencio; le gusa pensar y sólo le valoran su memoria; quiere seguir a su fantasía y no le dejan; quiere ser libre y le enseñan a obedecer pasivamente«.

Otro interesante estudio de Ken Robinson, educador especialista en creatividad, cuya intención era medir el pensamiento divergente (que nos permite encontrar respuestas múltiples a una misma pregunta y qué es esencial para la creatividad), también arroja datos interesantes. Ken Robinson realizó un estudio longitudinal con un grupo de 1.500 niñ@s. El 98% se podrían considerar genios (teniendo en cuenta el análisis del pensamiento divergente) en la franja de la etapa infantil. Sin embargo, en la franja de los ocho a diez años la cifra disminuye al 50%, y sigue bajando entre los trece y quince años (tras aproximadamente diez años en la escuela). Por eso eso, a este educador no le tiembla el tiembla el pulso al asegurar que «la escuela mata la creatividad«.

Parece que, en los contextos educativos, a medida que se avanza en los ciclos escolares, la metodología los sistemas de calificación y clasificación, la especialización… van en detrimento de un entrenamiento de la creatividad. Esto alcance su culmen en la secundaria. La adolescencia, en tanto que es una etapa de buscar, descubrir, experimentar, cuestionar… podría suponer un periodo idóneo para explotar la creatividad. Sin embargo, según Gottfried Heinelt, autor de Maestros creativos-Alumnos creativos, nos dice: la escuela no sólo no aprovecha estas cuestiones para guiarlas de forma crítica y responsable, si no que se bloquean para que no impida los ritmos imposibles de cumplir en la secundaria. Además, las clases suelen estar masificadas, difícilmente en una clase con más de 30 alumnos con necesidades y características heterogéneas, se dan las condiciones mínimas para desarrollar la creatividad en grupo […]. El modelo educativo predominantemente bancario, donde el alumnado es un mero contenedor de un saber transitorio, sólo enfoca el aprendizaje en la repetición. Obligados a reproducir de forma pasiva el conocimiento que viene del exterior, hay poco espacio metodológico para la creatividad.

También, a medida que se avanza en las etapas escolares, crece el miedo: al rendimiento y al fracaso escolar, a las comparaciones, al juicio del profesorado, a un futuro incierto, la presión del grupo de iguales… El miedo es contrario a la creatividad. Según nos comenta el doctor en pedagogía Jurjo Torres, en la «Desmotivación del profesorado», el deseo de aprender no se fomenta generando incesantemente el miedo a aprender, al fracaso a través de las evaluaciones-exámenes. Las ansias por aprender, la ilusión por experimentar requieren de un clima donde el profesorado trabaja con la cultura de la motivación como motor […] Es más importante aprender a pensar, a comprender, a interrogarse que únicamente a recordar (2009).

En general, y reconociendo las honrosas excepciones, las instituciones escolares estandarizan los contenidos y las formas de enseñar, como una forma «sencilla» de dar respuesta a la necesidad de formación de una cada vez mayor cantidad de personas. Esta estandarización de contenidos y métodos va en contra de la creatividad, que es diferente en cada persona. La personalización es clave para mejorar la motivación individual de cada estudiante.

La gestión y distribución del tiempo escolar tradicional tampoco facilita la creatividad. El tiempo parcelado en las asignaturas es insuficiente para trabajar, no sólo desde los diferentes ritmos de aprendizaje de cada persona, sino para implementar metodologías de aprendizaje más activas que fomentan la creatividad. Los escasos 50 minutos de una asignatura hacen que el profesorado sienta la presión de cumplir con una programación imposible y los contenidos se impartan de forma precipitada, transmitiendo estrés al profesorado y al alumnado. La creatividad requiere de tiempos deliberativos para la reflexión, de mirar, abstraerse, observar, tomar decisiones… sin prisas y que a menudo no se pueden dar por la fragmentación y limitaciones del tiempo distribuido en asignaturas. Parece que en la escuela siempre falta tiempo, pero las prisas son contrarias a los procesos educativos de calidad. El maestro Joan Doménech Francesch, en su libro «Elogio de la educación lenta», realiza una argumentada crítica a la gestión y distribución del tiempo en los centros escolares. Un par de párrafos a modo de ejemplo:

La escuela acelerada llena el tiempo de prisas y precipitaciones, y lo aprovecha tanto que no deja tiempo para la elaboración y la recapitulación, esenciales para lograr una buena comprensión. En la escuela constantemente pensamos que sólo cuenta el tiempo en el que hacemos cosas, producimos trabajos… el tiempo de hacer y actuar, mientras que el tiempo para la reflexión, antes y después de cualquier actividad, parece un tiempo estéril y sin ningún tipo de justificación.

Hay que devolver tiempo a la infancia para darle espacios en los que tenga la oportunidad de asimilar, vivir, conocer, aprender y construir sus propios aprendizajes. Tener tiempo y utilizarlo de forma libre y autónoma es una necesidad para aprender mejor. Esto supone liberar tiempo de la infancia ocupada con tantas actividades desde la infancia ocupada con tantas actividades, desde las primeras edades. Actividades que a veces están pensadas más para satisfacer las necesidades como adultos y no la de los niños.

El pedagogo y activista Jurjo Torres Santomé, en su libro «Globalización e interdisciplinariedad: el curriculum integrado», recuerda a Paulo Freire en su crítica al curriculum organizado por disciplinas al responsabilizarlo de facilitar una «educación bancaria»: … un curriculum organizado y desarrollado mediante disciplinas yuxtapuestas corre el riesgo de generar un modelo de «educación bancaria» en terminología de Paulo Freire, donde lo que mas importa sea la acumulación sumatoria del conocimiento. Éste pasa a ser considerado como algo que únicamente sirve para ser poséido y se olvida uno de sus fines primordiales: la funcionalidad liberadora. «Cuanto más se ejerciten los educandos en el archivo de los depósitos que les son hechos, tanto menos desarrollarán en sí la conciencia crítica de la cual resultaría su inserción en el mundo como transformadores de él. Como sujetos del mismo» (Freire, P. 1973).

Se tratan de problemas estructurales que impiden los tiempos y las formas de trabajar necesarias para fomentar la creatividad. Los investigadores Handy Heargraves, Lorna Earl y Jim Ryan, en «Una educación para el cambio», lo expresan así:

Las estrategias creativas de enseñanza no arraigarán bien allí donde las pruebas estandarizadas exigen que los profesores enseñen de un modo determinado, que trabajen aislados en sus clases, o donde los horarios obliguen a los profesores a limitar la extensión de sus lecciones […] Se exhorta a los profesores a aprender y a poner en práctica nuevas estrategias de enseñanza abo­cadas al fracaso porque las estructuras de la escolarización se man­tienen incólumes. Para que pueda acometerse con éxito un cambio en las prácticas aplicadas en el aula, es imperativo que se produzca un cambio estructural.

Por su parte, E.P. Torrance y R.J. Hallman (1962), también establecen algunos obstáculos a la creatividad en la escuela que se pueden englobar en nueve puntos que resumo brevemente:

  1. Excesiva búsqueda del éxito, que puede generar intereses egoístas y determinar el interés del alumnado en las calificaciones, destruyendo los impulsos creativos no ligados al éxito escolar.
  2. La orientación a un comportamiento homogéneo que haga al alumnado tener una conducta y pensamiento similar al resto.
  3. La prohibición de hacer preguntas críticas.
  4. La intolerancia a las metodologías lúdicas por parte del profesorado, bajo la visión de que un trabajo intelectual requiere seriedad y esfuerzo. La misión de la escuela consiste en educar al alumnado para abandonar una actitud de juego y adopte la del trabajo.
  5. Prejuicios a los comportamientos creativos, que se rechazan pro ser anormales.
  6. Una fuerte presión al conformismo que no admite el despliegue de actividades creativas más libres.
  7. La continua presión del tiempo.
  8. El miedo como medio educativo.
  9. La educación autoritaria, que destruye las posibilidades creativas por insistir en la obediencia.

Es sobre todo fuera de la escuela donde existen espacios para desarrollar la creatividad. A través del juego libre los niñ@s imaginan, se relacionan con otras personas en igualdad, negocian reglas… (aunque cada vez más difícil en los espacios urbanos actuales y muchas familias temen perder el control o desconfían de la calle).

Fuera de la escuela se suelen dan condiciones que facilitan la creatividad y que, sin embargo, no se reproducen en muchas de las aulas: se aprende en ambientes relajados, no existe la presión de metas como las calificaciones o el rendimiento, no hay comparaciones, el trato es personalizado…

También, desde un uso crítico y responsable, Internet podría suponer una herramienta para la reflexión y la creatividad a través de los juegos, construcción de contenido, investigación y análisis crítico de la información, el acceso a la cultura y nuevas formas de inspiración, manejo de herramientas multimedia e hipermedia… La red puede ser un espacio de creatividad, pero la falta de mediación, un uso acrítico y la falta de objetivos educativos también nos expone a riesgos.

¿Cómo podemos recuperar la creatividad?

¿Cómo podemos volver a ser esos niñ@s de 5 años libres de esa influencia educativa negativa que mata nuestra creatividad? Pienso que se trata, primero, de desaprender lo aprendido y, posteriormente, educar en aprender a aprender. Desaprender primero aquellas actitudes que hemos interiorizado a través de nuestros procesos educativos:

  • La rigidez de los contenidos y métodos formales aprendidos. Solemos aprender contenidos estáticos y desconectados de las otras materias. La «pedagogía de la transmisión» cuyo principal objetivo es la reproducción de contenidos es simplista y lineal, alejado de la complejidad de la realidad y los retos que esta plantea. tareas individuales repetitivas, modelo de producción fordista de trabajo en cadena, contrario a creatividad.
  • El miedo y la vergüenza a expresarnos artísticamente aunque no «sepamos»: dibujar, cantar, poesía, música… A través de las calificaciones adquirimos el miedo a ser juzgad@s y a que nuestras creaciones sean tachadas de poco valor. Pero hablando de aprendizaje debemos valorar las posibilidades educativas de los procesos y no sólo de los resultados.
  • El miedo a la incertidumbre y a preguntar. En nuestra educación vamos interiorizando que el hecho de preguntar cuando no sabemos o no comprendemos es una muestra de ignorancia y debilidad, en lugar de ser una forma de expresión necesaria para iniciar un aprendizaje.
  • Las metodologías de aprendizajes basadas principalmente en lo memorístico y la reproducción literal de contenidos.
  • El trabajo individual, meritocrático y competitivo. Ligada a la actual cultura del emprendimiento a veces se maquilla una educación individualista y segregadora. Desde esta cultura en ocasiones se habla del individualismo creativo. Sin embargo, como seres sociales e interdependientes que somos, esto es una falacia.

Pero, ¿cómo podemos educar en el aprender a aprender para fomentar la creatividad? En general, se tratará de poner énfasis en los procesos de aprendizaje colectivos y creando espacios para la reflexión:

  • Trabajando en equipo. No solo hablamos del trabajo por grupos, en los que a veces sólo hay un reparto individual de trabajo, sino colaborar de forma recíproca e interdependiente. Se trata de aprovechar la inteligencia colectiva para un mayor fomento de la creatividad.
  • Llevar a cabo una pedagogía crítica que nos permite hacer una lectura crítica del entorno y actuar sobre él.
  • Creando procesos protagonizados por l@s propi@s chic@s en la resolución de conflictos, toma de decisiones, espacios de debate y reflexión…
  • Ese aprender a aprender, también nos toca a l@s educadores/as. Nos tocará reciclarnos, llevar a cabo y experimentar desde metodologías participativas y la facilitación de procesos de empoderamiento.
  • Así mismo, como educadores/as, deberemos romper con la tradicional relación de profesor-alumno basada en dominio-sumisión y/o saber-ignorancia… para asumir un rol de mediadores/as.
  • Normalizar y despenalizar el error y el fracaso, necesarios para el aprendizaje desde el protagonismo en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
  • Enseñar y experimentar con el uso y creación de nuevas formas narrativas, así como usar nuevas herramientas multimedia e hipermedia. Igualmente, adaptar los espacios para crear físicamente lugares de experimentación.

Esta es, a todas luces, una lista bastante incompleta. ¿Qué más se te ocurre para hacer posible una mayor y mejor educación desde/para la creatividad?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.