Decálogo para la transformación educativa desde el papel de l@s educadores/as

Me encuentro cursando el Máster de Educación y Comunicación de la Red la UNED y he de reconocer que estoy gratamente sorprendido por los diversos espacios de debates que se han generado y las aportaciones del profesorado y mis compañer@s. Estoy especialmente activo en uno de los debates llevados a cabo en Twitter en el marco de la asignatura «Redes Sociales y Cultura Digital». En una de las múltiples discusiones generadas bajo el hashtag #RSCD18_UNED_1, la discusión, inicialmente creada con el tema «perversión de las redes: a quiénes sirven», ha derivado en el papel de las instituciones educativas en la labor de prevención y de sensibilización crítica ante los posibles riesgos de la Red.

Hay varias posturas y aportaciones de gran interés, pero muchas publicaciones reconocen la dificultad de trabajar desde los centros educativos por la rigidez organizativa, la desconexión con las familias, la escasa participación del alumnado, la falta de recursos, el control administrativo, los procesos burocráticos, la falta de tiempo para cumplir unas programaciones imposibles…

Sin embargo, y a pesar de reconocer la realidad de la situación descrita, no creo que estas dificultades deban llevarnos a una situación de inacción o, peor aún, derivar nuestra responsabilidad educativa hacía otros agentes de socialización como las familias, los medios, la sociedad… como si éstas no tuvieran también relación directa con nuestra intervención. Más aún, en una lógica propositiva, no podemos sino asumir el papel de agente de cambio que dependa de nosotros y de los procesos que podamos protagonizar:

Hay motivos suficientes para pensar que desde la Educación se debe y se puede llevar una labor de sensibilización y una transformación de la sociedad. En primer lugar, porque los centros educativos están en una posición central para conectar de forma compleja con los principales agentes de socialización: educandos, familias y educadores/as. En segundo lugar, en las escuelas se dan las condiciones ideales para ser espacios organizativos  a modo de microsociedad donde poner en práctica laboratorios de experimentación democrática: suponen espacios de convivencia, se está en contacto con diversas realidades, se pasan muchas horas del día, surgen muchos problemas de diversos temas y ámbitos, hay mediación adulta supuestamente capacitada…

No obstante, algunas de las intervenciones del debate reconocían la dificultad de emprender esta labor. Por eso me he animado a compartir algunos puntos que creo podrían ayudar a afrontar este reto desde una óptima más constructiva:

  1. Ser conscientes de los objetivos que hay detrás de la educación que realizamos. Desde la filosofía de la educación surgida durante la industrialización (momento en que se expandió la educación pública y gratuita) hasta nuestros días, innumerables autores/as reconocen dos funciones principales detrás de la Educación: educar a personas que se adapten y reproduzcan los dictados de la sociedad marcados por pequeños grupos de poder económico y político versus educar a personas capaces de transformar dicha sociedad. A pesar de ser paradigmas antagónicos, ambos conviven en la sociedad y los centros educativos. Ser conscientes de la finalidad educativa que llevamos a cabo en nuestros contextos de acción, podría ser el primer paso para ver la necesidad de un cambio.
  2. Aprender a desaprender. Es muy difícil cambiar si partimos de cargar con una mochila llena de valores, aprendizajes, actitudes… interiorizados durante toda nuestra vida. No es se trata tanto de aprender nuevos métodos, contenidos, habilidades… si no de pensar en la posibilidad de ejercer la crítica necesaria para un cambio partiendo de la autocrítica.
  3. Transformar la frustración, la ansiedad y el miedo (sentimientos que llevan a la inacción) en ira y esperanza (sentimientos que llevan a la acción). El sociólogo Manuel Castells, en su publicación Redes de indignación y esperanza, menciona la teoría de inteligencia afectiva en la comunicación política, según dice:  El miedo desencadena la ansiedad, que se asocia con la evitación del peligro. El miedo se supera compartiéndolo e identificándose con otros en un proceso de acción comunicativa. Entonces se pasa a la ira, que lleva a un comportamiento que asume riesgos. Cuando el proceso de acción comunicativa induce la acción colectiva y se efectúa el cambio, la emoción positiva más fuerte prevalece: el entusiasmo, que potencia la movilización social deliberada. Los individuos entusiastas y conectados, una vez superado el miedo, se transforman en un actor colectivo consciente
  4. Formar parte de colectivos y movimientos sociales. Ya sea para compartir nuestras frustraciones, buscar apoyos, aprender de otras personas y proyectos… En mi caso, sería sin duda otra persona si no hubiera formado parte del Grupo Orión (asociación de educación en valores con niñ@s y adolescentes) o, en la actualidad, del Grupo de Aprendizaje Colectivo del Movimiento de Renovación Pedagógica Escuela Abierta, donde me conecto con personas afines y aprendo enormemente de personas y proyectos de referencia.
  5. Conocer y aplicar en nuestro día a día metodologías de enseñanza-aprendizaje alternativas y participativas. He querido evitar el uso del término Metodologías Innovadoras, porque la implementación de una metodología sin que sirva a un objetivo de cambio, a menudo sirve para cambiar la forma pero no el fondo. En la educación actual, bajo la apariencia de innovación educativa se llevan a cabo prácticas que legitiman y replican viejas pedagogías bajo una apariencia modernizadora.
  6. Conocer y aprender de experiencias, proyectos y personas de referencia. A menudo el discurso de la dificultad de cambio esconde una falta de conocimiento o de guía para iniciar nuestro camino. Sin embargo, en la actualidad ya contamos con innumerables proyectos, teorías, pedagog@s…  que han puesto en marcha en el pasado, o existen en la actualidad, experiencias educativas alternativas. No es necesario reinventar la rueda ni empezar de cero una corriente educativa. Podemos aprender de éstas experiencias, conocer y superar sus errores, replicar y adaptar claves y experiencias de éxito… Algunos referentes que para mí han supuesto una fuente enorme de aprendizaje e inspiración son: Ferrer i Guardia, Marta Mata, Paulo Freire, Rosa Sensat, Mario Kaplún, Ángel Llorca y Justa Freire, Lorenzo Milani, Edgar Morín…
  7. Adquirir una actitud de formación permanente. No sólo porque nuestra formación previa en muchas ocasiones no nos capacita para la realidad en la que trabajamos, sino también porque dicha realidad está en constante cambio.
  8. Trabajar desde lo colectivo. No podemos transformar la educación sol@s. Tenemos que buscar la implicación de nuestr@s compañer@s las familias, otros agentes de socialización… No podemos hacer de la transformación educativa una responsabilidad individual en la que ademas se compite con otr@s educadores/as (por eso no me agradan los premios tipo «el mejor profesor del año/mundo»). Como explican en el vídeo La Nueva Educación del colectivo Yo estudié en la Publica vivimos una época de héroes profesionales capaces de ser muy resilientes. Esto puede suponer un reto ya que en ocasiones no nos enfrentamos sólo a la pasividad o complicidad, sino a equipos o personas contrarios a nuestros posibles planteamientos alternativos. Pero creo posible facilitar espacios de reflexión colectiva y llevar a cabo estrategias a varios niveles en función de los contextos y personas con las que nos relacionamos. Para ayudarnos en este aspecto, es muy importante tener en cuenta el resto los aspectos mencionados en esta lista. Y no debemos olvidar que los problemas que vive el profesorado y los centros nos afectan a muchas personas y hay un descontento generalizado. Este contexto debiera servir para concienciar de forma solidaria sobre los motivos reales de la crisis actual educativa. Pero ojo! Buscar la acción colectiva no sirve de excusa para no protagonizar y ser agentes dinamizadores/as del cambio.
  9. Arriesgar. Pues si, todo lo que implique subvertir una situación pasa por salir de nuestra zona de confort y enfrentarnos a la incertidumbre, afrontar conflictos con otras personas, emplear nuestro tiempo de otra forma (y no necesariamente emplear más tiempo), sentirnos sol@s a veces (aunque nunca lo estamos en realidad)… Pero convertirnos en educadores/as revolucionari@s merece la pena.
  10. Y el último punto para cerrar este decálogo… ¿Qué se te ocurre a tí? 

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