Recientemente leí el libro «El dominio mundial. Elementos del poder y claves geopolíticas» de Pedro Baños (Coronel especialista en geoestrategia). En la edición que he comprado vienen 10 postales que resumen los puntos clave de su anterior libro («Así se domina el mundo. Revelando las claves del poder mundial«). Creo que muchos gobiernos y otras organizaciones de poder mundial se han regido por estos puntos a lo largo de la historia, pero quizás durante estos días es aún más importante tenerlas en cuenta para hacer una lectura crítica de la realidad. Reproduzco literalmente estas 10 claves de dominación:
- Siembra cizaña: Cuando se quiere conquistar un país, lo que interesa es conocer y explotar sus tensiones internas, sus vacíos ideológicos o de ilusión.
- Las armas de comunicación masiva: La actual avalancha de información nos hace creer que somos plenamente libres y, por tanto, dueños de nuestras opiniones propias e independientes. Muchas veces este bombardeo constante sólo lleva a que se nos bloqueen las mentes, y corremos el riesgo de creer que estamos pensando y alcanzando conclusiones por nosotros mismos. Las armas de «armas de comunicación» masiva son empleadas sistemáticamente por las potencias y es cada vez más complejo conocer la verdad de lo que acontece.
- La creación del enemigo: Desde que el mundo es mundo, todos los grupos humanos parecen haber sentido la necesidad de tener un adversario, el cual les ha permitido fortalecer la unidad interna de su sociedad y tener un objetivo claro contra el que dirigir sus esfuerzos y ambiciones. Todos contra un enemigo común: potentísima fuerza cohesionadora, quizás la más intensa de todas.
- Miente que algo queda: Siempre ha sido primordial, cada vez es más importante ganar la opinión pública, conquistar «mentes y corazones», vencer en la guerra de las ideas. Así lo entendía Joseph Goebbels, a quien se atribuye la frase que da nombre a esta estrategia. EL objetivo de esta herramienta manipuladora es estimular la propia opinión pública, ganar a los neutrales y subvertir la opinión pública del adversario.
- Simula y disimula: Como afirmaba Pedro Herranz «la política internacional siempre ha sido como un juego de naipes, en el que los jugadores se guardan muy bien de enseñar las cartas si quieren hacer baza». Es la regla de fingir ser amigos de todos el mundo que con gran habilidad aplican países como Suiza, siempre caracterizada por su neutralidad.
- Retuerce la Ley para retorcer a tu enemigo: La llamada «guerra jurídica» es un concepto que han usado, y del que han abusado, desde hace muchos siglos las partes enfrentadas en un conflicto, comenzando por la determinación de qué guerras deben ser consideradas justas y, por tanto, dignas de ser llevadas a cabo. Se trata de aprovechar las ocasiones para crear nuevas normativas beneficiosas a los propios intereses.
- La intimidación: En línea con el pensamiento del estratega chino Sun Tzu («la mejor victoria es vencer sin combatir») y de Lao-Tse («quien sabe vencer al enemigo no lucha con él»), el principio «la mejor defensa es la amenaza de atacar» significa que, bien conducida, la disuasión es la más rentable de las estrategias.
- Quítate tú para ponerme yo: No hay una frase mejor, por su brevedad, para definir la imperecedera pugna por la supremacía, por el dominio de personas y haciendas, por regir los destinos del prójimo, por imponer la voluntad propia a los demás, por destacar. Siempre habrá personas o grupos que persigan expulsar de la cima de poder al que en ese momento lo esté ejerciendo.
- Patada a la escalera: El economista Georg Friedrich decía: «Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás».
- El loco: No es más que disuadir al contrario de atacar por temor a que la respuesta del aparente demente sea imprevisible, irracional y carente de moderación. Para que tenga éxito, hay que dar la impresión de que no se tiene nada que perder, que se está dispuesto a llegar a cualquier extremo, sin considerar los resultados ni los prejuicios. Se genera así un ámbito de incertidumbre máxima, en el que es imposible prever la reacción ni, por tanto, las consecuencias.