Entendiendo el auge del fascismo en el contexto actual

En los últimos años hemos visto como se ha producido un aumento a nivel mundial de la representación en instituciones políticas y la presencia en medios de partidos políticos y líderes ultra conservadores y que recuperan un discurso fascista. Una muestra de esto en tan sólo los últimos 4 años se puede comprobar en territorios como Brasil con Bolsonaro (Partido Social Liberal), en Filipinas con Rodrigo Duterte (Partido Democrático Filipino-Poder Popular), Trump en EEUU, Vox en España, Viktor Orbán en Hungría (Movimiento por una Hungría), Heinz-Christian Strache (Partido de la Libertad) en Austría, en Alemania con el partido AfD (Alternativa para Alemania), en Francia con Marine Le pen (RN, Agrupación Nacional por la unidad francesa), Holanda con Geert Wilders (PVV, Partido Por la Libertad), en Suecia el partido SD (Demócratas de Suecia), en Italia con La Lega (antigua Liga Norte italiana), en Polonia el partido PIS (Ley y Justicia), en Grecia con la presencia del partido neonazi Amanecer Dorado, en Finlandia Timo Soini del Finns Party (Partido de los Finlandeses, grupo ultraderechista anteriormente conocido como Verdaderos Finlandeses)…

Todas éstas organizaciones comparten un discurso populista de odio, racista, conservador, homófobo, patriarcal, represivo y autoritario. Sin embargo, a diferencia de otros fascismos a lo largo historia (Pinochet en Chile, Franco en España, Mussolini en Italia…), estos grupos no han llegado a tener poder a través de la violencia como golpes de estado o levantamientos armados. Estas organizaciones conservadoras actuales han experimentando su auge en el marco de supuestas estructuras democráticas y con el apoyo de una parte de las clases sociales populares. ¿A qué se debe este auge del fascismo que cuenta con un apoyo importante de la ciudadanía?

El populismo instarado en la política y la cobertura mediática facilita una falta de conocimiento complejo y la ausencia de una sensibilidad política generalizada. Según el escritor Santiago Alba Rico, autor, entre otros volúmenes, de Islamofobia, la ciudadanía desinformada demuestra una ceguera voluntaria: «La cobardía y el interés se naturalizan. Las mayorías sociales, en ciertas épocas, consienten, cierran los ojos, dicen no ver… Porque saber demasiado te obliga a tomar decisiones que, en ciertos contextos, pueden llevarte a la cárcel o a la muerte, de modo que la ignorancia se acomoda a los principios morales. Aceptamos con naturalidad las muertes en el Mediterráneo, los CIES, que son pequeños campos de concentración… Sí, está volviendo a ocurrir, la extrema derecha crece en Europa y los votantes no son criminales, sino gente que quiere estar bien y por eso no se adentran, porque saber más choca con su comodidad; quieren seguir sintiéndose buenos y saber más te obliga a escoger».

Parte de este auge también se debe a las múltiples crisis que estamos sufriendo: crisis económica, política, ecológica… Ofreciendo respuestas a esas crisis, se crea un espacio en el que algunos oportunistas ofrecen soluciones populistas contra el paro, la precariedad laboral, la inmigración, la corrupción… y el discurso fascista intenta aprovechar estos espacios en los que, al mismo tiempo que las personas reconocemos los problemas y queremos soluciones, tampoco hay un interés generalizado en profundizar sobre quiénes son los responsables, las causas, nuestro propio papel… Así que nos centramos en obtener soluciones rápidas y que desvían la responsabilidad bajo un discurso oportunista y peligroso que esconde prejuicios, discursos de odio, nacionalismos y sentimientos patríos… Discursos que no ofrecen una solución real a los problemas sociales, pero son fáciles de asumir (desde la razón, pero sobre todo desde las emociones de frustración, cabreo, decepción, miedo, pesimismo… de la ciudadanía).

Y es que, como asegura Castells, la legitimidad de estos organizaciones fascistas funcionan por oposición y se construyen en torno a un discurso que proyecta un rechazo general al estado de las cosas, prometiendo la salvación mediante la ruptura con ese orden enquistado en las instituciones y con esa cultura de las élites cosmopolitas, sospechosas de desmantelar las ultimas defensas de la tribu frente a la invasión de lo desconocido […] Es así como la crisis de legitimidad democrática ha ido generando un discurso del miedo y una práctica política que plantea volver a empezar. Volver al Estado como centro de la decisión, por encima de las oligarquías económicas y de las redes globales. Volver a la Nación como comunidad cultural de la que se excluye a quienes no comparten valores definidos como originarios. Volver a la raza, como frontera aparente del derecho ancestral de la etnia mayoritaria. Volver, también, a la familia patriarcal, como institución primera de protección cotidiana frente a un mundo en caos. Volver a Dios como fundamento. Y en ese proceso reconstruir las instituciones de coexistencia en torno a estos pilares heredados de la historia y ahora amenazados por la transformación multidimensional de una economía global, una sociedad de redes, una cultura de mestizaje y una política de burocracias partidarias. La reconstrucción parte de una afirmación encarnada en un líder o una causa que surge en contradicción con las instituciones deslegitimadas.

Por otro lado, el contexto actual también es fruto de la evolución histórico-política anterior y su relación en la formación del capitalismo actual. En este sentido, deberíamos reflexionar y hacer un análisis crítico sobre la relación entre el fascismo y el capitalismo actual. Segun Enrique Javier Díez Gutiérrez, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, Coordinador del Área Federal de Educación de IU y miembro del Foro de Sevilla y Uni-Digna, en el tablero diseñado por el neoliberalismo, el fascismo cumple una función clave: la de ocultar las raíces reales de la injusticia social y la crisis para, de esta forma, neutralizar la posibilidad de que se cuestione la responsabilidad en aquellas de las élites económicas y financieras.

Por su parte, el autor y profesor David Harvey, en su libro «Breve historia del neoliberalismo», también relaciona el auge de organizaciones políticas conservadoras y populistas en los contextos de crisis generados por el fracaso de los sistema liberales, así como de los valores individualistas asociados: La destrucción de todos los vínculos de solidaridad social e, incluso como sugirió Margaret Thatcher, de la propia idea de sociedad como tal, abre un enorme vacío en el orden social […] La respuesta inevitable consiste en reconstruir los vínculos de solidaridad social, si bien en virtud de líneas diferentes. Esto explica el renovado interés por la religión y la moralidad, por nuevas formas de asociacionismo o, igualmente, la reedición de formas políticas más viejas (fascismo, nacionalismo o localismo, entre otras). El neoliberalismo, en su versión pura, siempre ha amenazado con provocar el nacimiento de su propia némesis en una variedad de populismos y nacionalismos autoritarios.

Unido a esto, algunos de los supuestos sistemas democráticos están adoptando políticas autoritarias y con tintes fascistas a través del aumento de la represión, medidas de austeridad, censura, militarización, mecanismos de control ciudadano y espionaje… En España tenemos el reciente ejemplo de la Ley de Seguridad Ciudadana, que supone un atraso y un ataque a algunas libertades y derechos humanos como la libertad de expresión o el derecho a la (auto)organización de protestas. Esto es así porque los Estados utilizan al fascismo cuando les conviene para proteger sus estructuras y a las élites que las componen contra los cambios y amenazas en los contextos de crisis.

Relacionado con esto último, también se produce una reacción conservadora ante el auge de algunos movimientos sociales con fuerte presencia en la actualidad como el ecologismo o el feminismo. Sobre el ejemplo del feminismo, la conquista del espacio público por parte de las mujeres ha supuesto una incomodidad en el sistema patriarcal. Sin embargo, reconocer públicamente la existencia del patriarcado y el interés en mantenerlo ya no queda bien. Así que la ultra derecha actual al combatir la ideología de género ofrece un refugio a las personas machistas.

El fascismo también intenta presentar su propia solución al posible inicio del colapso de la civilización actual (que se traduce de forma resumida en el cambio climático, el agotamiento de las materias primas y una crisis social y financiera global). Estas soluciones pasan por fórmulas conservadoras y autoritarias: guerras por el control de las economias y las materias primas, recortes de derechos y libertades, necesidad de estratificación y jerarquización para mantener los privilegios de las élites… Medidas políticas radicales que algunos grupos políticos no se atreverían a llevar a cabo de forma pública.

Por su parte, algunos medios de comunicación han ayudado a difundir discursos propios de la ultraderecha. Podemos encontrar muchos ejemplos en la cobertura sobre las personas inmigrantes y refugiadas (contribyendo a un discurso xenófobo transmitiendo una sensación de miedo y descontrol en las fronteras), criminalizando o confundiendo algunos movimientos sociales (como la okupación o el feminismo), o facilitando mensajes de odio a un sector de la ciudadanía contra otro (como en el caso del independentismo catalán)…

Según Manuel Castells el miedo es la más potente de las emociones humanas, y allí donde hay miedo surge la política del miedo. A saber, la utilización deliberada del obvio deseo de protección de la gente para establecer un estado de emergencia permanente que corroe y últimamente niega en la práctica las libertades civiles y las instituciones democráticas. (Castells, 2018).

Además, muchos medios de comunicación, en su cobertura no condenatoria a los grupos y líderes de ultraderecha, también contribuyen a normalizar los discusos fascistas. Como dice Zeid Ra’ad Al Husein, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, la retórica del fascismo ya no se limita a un submundo secreto, se está convirtiendo en parte del discurso cotidiano normal. Tratar estas cuestiones como legítimos temas de debate y darles visibilidad sin realizar un análisis crítico ni cuestionarlo no es neutralidad, sino complicidad.

Al hablar de medios de comunicación no hago referencia sólo a los tradicionales Mass Media (prensa, radio y TV), sino también a los principales canales de información en Internet, las Redes Sociales Online. En estas redes, si no se usan de forma crítica y responsable, podemos ser víctimas de la infoxicación (la saturación de información que dificulta su veracidad y análisis crítico) , las Fake News (bulos y noticias falsas creadas de forma intencional para influir en la opinión) y el filtro burbuja (los actuales algoritmos de las principales redes sociales priorizan por la información más afín a nuestra forma de pensar). Estos medios, en ocasiones, no sólo han contribuido a otorgar votos a grupos conservadores (como en el caso de la elección de Trump o el Brexit), sino también a difundir discursos de odio, estereotipos, valores competitivos e individulistas… Como asegura Manuel Castells en «Ruptura, la crisis de la democracia liberal«: los mensajes de todo tipo forman un bravio y multiforme, los bots  multiplican y difunden imágenes y frases lapidarias por miles y por el mundo de la posverdad, del que acaban participando los medios tradicionales, transforma la incertidumbre en la única verdad fiable: la mía, la de cada uno. La fragmentación del mensaje y la ambigüedad de la comunicación remiten a emociones únicas y personales constantemente realimentadas por estrategias de destrucción de la esperanza. Para que todo siga igual.

Un último punto sobre el que me gustaría reflexionar a la hora de identificar los motivos que tienen que ver con el auge de la ultraderecha, se trata de la situación de la Izquierda en la actualidad. Es posible que las organizaciones de Izquierda no estén ofreciendo actualmente la alternativa más coherente con las necesidades de la ciudadanía. La elitización de algunas organizaciones, los intereses personales de algun@s líderes, la lejanía con la ciudadanía, la falta de participación ciudadana frente a la representatividad y la jerarquización o la concentración de poder, la ausencia de un proyecto para hacer pedagogía política hacía la ciudadanía… La izquierda ha abandonado a la clase obrera y la clase obrera ha abandonado a la izquierda. En la actual lucha de egos de la izquierda, la gran ausencia no es sólo la falta de un compromiso abierto antifascista, sino sobre todo la falta de un proyecto compartido sobre la necesidad de un cambio en todo el sistema político en favor de los derechos humanos.

Antes de terminar, para comprender algunos de los motivos anteriomente expuestos, resulta de utilidad conocer la teoría de la «dictadura de las minorías de Taleb«. Para Taleb, esta «dictadura de la pequeña minoría» es una consecuencia inevitable de la existencia de sistemas complejos que se comportan de manera no prevista por sus partes, sistemas donde lo que más importan son las relaciones. Taleb establece dos condiciones: a) que la minoría esté distribuida uniformemente por el conjunto del territorio (si hay guetos, la «ley de la minoría» no funciona. Esta es una reformulación de la «fuerza de los lazos débiles» de Granovetter, en la que los lazos sociales débiles «se extienden más allá de los círculos íntimos y establecen las conexiones entre grupos en las que se basa la integración macrosocial» (Peter Blau, 1974). Por eso, como recuerda Taleb, cuanto más clusterizada esté la sociedad menos probable será que una preferencia comunitaria se imponga a nivel social); y b) que los costos asociados a la práctica minoritaria no sean muy altos (esos costos pueden ser económicos, culturales, éticos o de cualquier otro tipo. La práctica se filtrará al consenso si adoptarla es ‘barata’ para la mayoría).

Seguramente, estas pinceladas, no agotan los múltiples motivos del auge de los fascismos y la ultraderecha y sus complejos matices, así que te animo a comentar y amplíar este humilde análisis.

Termino con la paradoja de la tolerancia, de Karl Popper, que me parece que viene más a cuento que nunca.

Paradoja de la tolerancia, de Karl Popper

O, expresado en términos democráticos en palabras del científico Jorge Wagensber: Sólo hay una contradicción mayor que la de negar la democracia a los antidemócratas: aceptar que estos acaben democráticamente con ella.

Bibliografía y webgrafía

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