Cómo nos afecta la obsolescencia programada y alternativas

¿Qué es la Obsolescencia Programada?

La obsolescencia programada obsolescencia planificada es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, éste se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo por falta de repuestos, induciendo a los consumidores a la compra de un nuevo producto que lo sustituya (Wikipedia). Para conocer en profundidad en qué consiste, ejemplos, impacto… os recomiendo el documental Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritzer. 

Según la propia Wikipedia, su función es generar mayores ingresos debido a compras más frecuentes, que redundan en beneficios económicos continuos por periodos de tiempo más largos para empresas o fabricantes.​ Y, según ASUFIN, se hace para que, al quedar esos productos inútiles, los consumidores se ven obligados a comprar nuevos modelos.

No es un concepto nuevo. Ya en 1973, Ivan ilich en Convivencialidad, nos dice: En el sistema actual de obsolescencia programada a gran escala algunos centros de decisión son los que imponen la innovación al conjunto de la sociedad y privan a las comunidades de base para elegir su porvenir. […] Mientras más aumenta su producción más se iguala su distribución y más se excluye al consumidor del control sobre lo que recibe. La renovación está dentro de un modo de producción industrial y va acompañada de una ideología de progreso.

Hoy día, según la OCU, los teléfonos móviles son los dispositivos que más se estropean. La obsolescencia programada nos afecta a varios niveles: supone un gasto innecesario, aumenta la contaminación medioambiental, otorga más poder a los lobbies tecnológicos empresariales de los que somos cada más dependientes…

Según la cooperativa de telecomunicaciones Somos Conexión, la obsolescencia programada, tiene dos formas de aplicarse:

  1. Por un lado tenemos productos que están diseñados premeditadamente para fallar al cabo de un tiempo determinado. Este espacio de tiempo lo determina el fabricante, asegurándose que en poco tiempo tengas que volver a pasar por caja para comprar de nuevo ese producto tecnológico.
  2. Por otro lado, encontramos dispositivos que, sin estar programados para fallar, quedan obsoletos a causa de la evolución tecnológica. Esto no ocurre de forma casual: los fabricantes de productos tecnológicos manipulan el software para hacerlo incompatible con dispositivos antiguos. Así, tenemos dispositivos que por prestaciones podrían soportar el funcionamiento de aplicaciones que, por estar manipuladas, resultan incompatibles con versiones antiguas […] Otro de los hándicaps de tener un dispositivo anticuado es que el sistema comienza a presentar errores de seguridad que comprometen la privacidad de los datos que nuestro dispositivo almacena.

Por su parte, según Ecologistas en Acción en su publicación ¿Nos salvará la tecnología? 99 preguntas y 99 respuestas para aprender a vivir en un mundo justo y sostenible, las empresas ponen en marcha distintas estrategias de obsolescencia para alimentar la economía de mercado:

  • Obsolescencia programada, planificada o tecnológica: cuando, a la hora de crear un producto, se estudia cual es el tiempo óptimo para que el producto deje de funcionar correctamente y necesite reparaciones o su sustitución. Se planifica en tiempo de vida del producto.
  • Obsolescencia percibida: cuando crean un producto con un cierto aspecto, y más adelante se vende exactamente el mismo producto cambiando tan solo el diseño del mismo. Esto es muy evidente en la moda de ropa que fomenta comprar lo último y novedoso. También denominada obsolescencia psicológica o social.
  • Obsolescencia de especulación: cuando éste comercializa productos incompletos o de menores prestaciones a bajo precio con el propósito de afianzarse en el mercado ofreciendo con posterioridad el producto mejorado que bien pudo comercializar desde un principio, con la ventaja añadida de que el consumidor se lleva la falsa imagen de empresa innovadora.

¿Cómo nos afecta la Obsolescencia Programada?

En primer lugar, como consumidores/as, la sustitución de un dispositivo no viene determinada por una verdadera necesidad, sino que no vemos «obligados/as» a la compra de nuevos dispositivos sin haberlo demandado. Esto supone un gasto no planificado afectando a la economía doméstica. Además, nos hace a la ciudadanía dependiente de las empresas tecnológicas que programan de antemano cuando necesitaremos renovar nuestros dispositivos, despojándonos de autonomía y control sobre los mismos.

Por otro lado, la obsolescencia programada tiene un gran impacto en el medio ambiente y es antiecológica. Cada año se generan más de 50 millones de toneladas de basura electrónica que provoca contaminación, explotación infantil, tráfico ilegal… Consumimos productos tecnológicos a un ritmo insostenible. Además, a menudo se envían estos residuos desde Europa, EEUU y otros países centrales hacia países de Asia y África (muchas veces de manera ilegal). Los materiales son exportados como  «bienes de segunda mano” y, supuestamente, pretenden ser reutilizables, pero la mayoría de estas mercancías no se utilizan de nuevo. Se acumulan en vertederos incontrolados en los que la población más pobre busca recursos entre los residuos y los queman con el fin de separar los metales valiosos como el aluminio o el cobre, con focos enormes de contaminantes y la exposición a gases tóxicos.

Por último, a nivel tecnológico, tiene implicaciones en el uso y evolución de la tecnología, ya que se inicia una carrera entre empresas y dispositivos para ofrecer nuevos modelos que no siempre tienen ventajas para las personas y es incompatible con un uso sostenible, crítico, seguro y responsable de la tecnología. Los nuevos modelos requieren de nuevos u otros conocimientos, presentan incompatibilidades con otro hardware o software que veníamos utilizando…

Alternativas a la Obsolescencia Programa:

E.F. Shumacher nos habla de la tecnología intermedia, apropiada o adecuada, en su libro Lo pequeño es hermoso: aquella que está diseñada con especial atención a los aspectos medioambientales, éticos, culturales, sociales y económicos de la comunidad a la que se dirigen. De forma que permiten la soberanía tecnológica de las comunidades, demandan menos recursos, son más fáciles de mantener, son de menor coste y, con un menor impacto socioambiental que otras tecnologías. En la práctica se la define a menudo como la que usa el nivel de tecnología más sencilla que puede alcanzar con eficacia el propósito buscado para esa localización concreta. Supone un cuestionamiento a la tecnología compleja que supone una excesiva mecanización, el agotamiento de los recursos naturales, grandes tasas de contaminación,…

Según Ecologistas en Acción, algunos aspectos a tener en cuenta para otra tecnología más ética y ecologista podrían ser:

  • Utilizan poca energía y materiales. Sujetas a límites biofísicos.
  • Son comprendidas y controladas por la comunidad que las utiliza y que es afectada por ellas. Hay control democrático sobre la investigación tecnológica.
  • No generan dependencia, ni adicción.
  • Están al servicio de la resolución de necesidades humanas para todas las personas.
  • No concentran poder, permiten el desarrollo colectivo de una forma equitativa.
  • Se manejan en pequeña escala.
  • Son accesibles para quien las necesita.
  • No emiten residuos que no sean asumibles por la biosfera.
  • Permiten la creatividad humana y no la alienación.
  • Se les aplica el principio de precaución

Por otro lado, a nivel político, es necesario crear una regulación a nivel internacional que obligue a las empresas a no fabricar productos con fecha de caducidad. No sólo crear una normativa, sino también mecanismos de control y regulación efectivos para que no quede en papel mojado como en el caso de gran parte de la legislación. En este sentido, el Parlamento Europeo en 2020, aprobó la resolución sobre el “derecho a reparar”, que estipula una serie de condiciones que facilitan la reparación de los productos estropeados. Por ejemplo, la obligación para los fabricantes de proveer de manuales de reparación y piezas de repuesto de sus productos durante 10 años. Sin embargo, no obliga a proveer a las personas consumidoras, sino que permite ofrecer estas posibilidades de reparación a empresas, evitando así el “do it yourself” (hazlo tú mismo).

A la hora de adquirir nueva tecnología, puedes buscar y utilizar los productos con sellos que garanticen la ausencia de la obsolescencia programada, como el ejemplo español ISSOP (Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada) y exigir a los fabricantes que aumenten las garantías. También existe tecnología libre de conflicto, de comercio justo, con componente reciclados y reciclables… como, por ejemplo, el Fairphone. Otra opción es apostar por tecnología modular. Esto es, con componentes que se puedan reemplazar si se rompe una parte o se queda obsoleta, sin necesidad de sustituir el dispositivo completo. Aún hay algunos proyectos en marcha como el Fairphone o phoneblocks, o las posibilidades que nos ofrecen los proyectos de hardware libre. También puedes optar por comprar tecnología de segunda mano para minimizar el impacto medioambiental y no pagar directamente a las grandes empresas. 

Una vez tenemos nuestros dispositivos, podemos alargar la vida útil de la tecnología o apostar por el reciclaje de la tecnología que usamos. A menudo cambiamos de móvil sólo por adquirir un modelo más moderno. ¿Es ese un consumo responsable? Un proyecto interesante que nos ayuda a reparar nuestros propios dispositivos para alargar su vida útil son los Repair Café, lugares de libre acceso donde podemos quedar con otras personas para reparar junt@s ropa, muebles, bicicletas, juguetes… y también tecnología. Y, a la hora de reciclar, es importante hacerlo de forma correcta para minimizar el impacto ambiental de los residuos. Desde Som Conexió nos explican cómo puedes reciclar tus dispositivos.

¿Qué más alternativas se te ocurren?

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