Guía para polarizar la opinión ciudadana

1). Escoja dos términos que le interese enfrentar. No es necesario que sean contrarios (se trata de presentar ambos conceptos en términos comparativos y situarlos en un mismo eje como extremos. Por ejemplo: machismo-feminismo (en lugar de machismo-hembrismo o misandria), comunismo-libertad (en lugar de sometimiento-libertad o comunismo-capitalismo)…

2). Una vez presentados ambos términos como opuestos, niegue ambos ya que suponen posturas extremas igual de radicales (p.e.: ni machismo ni feminismo, ni derecha ni izquierda…). O bien, ya que ambos conceptos se presentan como enfrentados, también puede presentar uno de ellos cómo universalmente válido frente a su opuesto para obligar a la ciudadanía a posicionarse en el que a usted le interese (p.e.: «elige entre comunismo o libertad», «o más seguridad o más inmigración»…).

3). Si has situado en un mismo plano o eje los dos conceptos que te conviene enfrentar, puedes presentar una tercera alternativa -la que te conviene- como «justo medio». Para que este justo medio «cuele», debes maquillar tu verdadera intención en un término políticamente correcto o universalmente ético en el imaginario colectivo de la sociedad. P.E.: «Ni derecha ni izquierda, elige centro» (como si pudiera existir una opción de centro en la que un poco de derecha beneficiara al conjunto de la ciudadanía), o «ni machismo ni feminismo, igualdad» (un momento! el feminismo no es ya la igualdad?).

4) Repite hasta la saciedad tu premisa binaria. Usa las redes sociales, los medios de comunicación, haz que las repitan tus acólitos… hasta apropiarte de los conceptos utilizados para influir en los términos con los que piensa la ciudadanía, promueva que la población se enfrente entre sí, y haz que lo significados reales de las palabras pasen a un segundo plano y no permitan una reflexión y una lectura de la realidad más crítica y compleja.

Nota importante: Por supuesto, no se le ocurra definir de forma separada y objetiva cada término, ya que se corre el riesgo de evidenciar que no se mueven en un mismo plano o eje y, por lo tanto no se puedan comparar o enfrentar.

Guía para polarizar la opinión ciudadana

¿Por que a los partidos políticos les puede interesar polarizar la opinión ciudadana?

En campaña electoral, los partidos sólo piden a la ciudadanía un apoyo puntual (su voto). Para conseguir votos, un medio legítimo podría ser presentar y justificar sus propuestas políticas (aunque lo habitual es que luego no se cumplan ni el 25%), argumentar sus ideas de forma razonada, hacer pedagogía política con la ciudadanía…

Pero eso requiere de tiempo, esfuerzo y pensar en la ciudadanía no sólo como votantes sino también como sujetos activos y reflexivos. Y, seamos también autocríticos, tampoco es que la ciudadanía estemos reclamando un papel más activo en la política (preferimos votar para que otr@s nos «representen» y nos solucionen los problemas). Entonces, si sólo se busca de la ciudadanía un apoyo puntual al votar y, al mismo tiempo, los partidos tienen que competir entre sí por los mismos votos, polarizar y enfrentar a la ciudadanía puede ser útil para obligar a las personas votantes a simplificar sus opciones. La polarización presenta únicamente dos opciones en forma de conflicto en el que estamos obligados a posicionarnos «en contra de» (crear un enemigo común contra el que debemos unirnos) o, exclusivamente «a favor de» (presentar sólo una única opción como salvadora de todos los problemas).

La polarización política supone una «fuerte identificación partidista que conlleva un rechazo igualmente fuerte hacia quienes albergan convicciones distintas. Una actitud que, además, volvería más atractivos los planteamientos extremos cercanos que los planteamientos moderados del otro lado» (Más allá de la polarización-ethic).

La estrategia de la polarización también crea un contexto favorable para el populismo propio de los partidos políticos y los momentos de campaña electoral. El populismo convierte la política en una religión, donde las ideologías se convierten en una cuestión de fe (y nos posicionamos desde las emociones -por eso es muy difícil hacer que alguien cambie de ideas aunque ofrezcamos argumentos sólidos-), en lugar de llevar a cabo una política de la razón (donde sería necesario dar valor a los argumentos, los matices, la reflexión..). Los representantes políticos se convierten en gurús en los que creer ciegamente y sin cuestionamientos, en lugar de responsables políticos a los que pedir explicaciones y exigir compromisos.

Desde la polarización y el populismo se simplifica la realidad en lugar de intentar comprenderla de forma compleja, y se descalifica a los otros candidatos electorales en lugar de demostrar cómo de válido se es. Esto evita la necesidad de hacer una pedagogía política en positivo y más constructiva, ya que es más fácil destruir que construir. Además, la estrategia descalificadora, cuando es usada por alguien, hace muy difícil que el resto no se contagie, sienta la necesidad de justificarse o defenderse, y entre en la misma dinámica empleando su tiempo en desmentir o criticar al otro. Al rebajar de esta forma el nivel de los debates, se pierde la oportunidad de dar argumentos más razonables y presentar propuestas constructivas.

Igualmente, desde la polarización, también se evita la necesidad de diálogo o la posibilidad de pactos con el «contrario» o la «competencia». Es más, a menudo, se ha justificado el aumento de representación política actual en las instituciones como un problema para la estabilidad política. De esta forma, se deriva la responsabilidad de no querer establecer pactos y acuerdos en otros, en lugar de reconocer la incapacidad o la falta de voluntad por parte de los representantes políticos (cuya motivación es acaparar todo el poder posible para poder gobernar «sin trabas». Nuevamente, surge la conveniencia de polarizar).

Sin embargo, pienso que esto es una perversión de la democracia, donde la necesidad de dialogo y de pactos debería ser un síntoma de buena salud democrática. La variedad de partidos y la necesidad de pactos no sólo es algo necesario para una verdadera representación política de la sociedad, sino que a nivel institucional tiene otros beneficios como estar sometidos al control y supervisión de otros grupos, repartir y distribuir el poder en lugar de centralizarlo en pocas manos, hacer frente a una oposición más rica y variada… Además, pienso que la polarización de la sociedad no es algo negativo sólo para la ciudadanía, sino que también se vuelve en contra de lo propios partidos políticos que pretenden llegar al poder. Al fin y al cabo, les será mas difícil gobernar a una sociedad fuertemente polarizada al tener a un gran número de personas en contra .

¿Qué otros factores influyen en la polarización de la sociedad?

Hoy día, los medios de comunicación de masas y las redes sociales online, también podrían haber contribuido a polarizar a la ciudadanía. Por un lado, los medios de comunicación, ya sea por la línea editorial ideologizada de un medio o programa concreto, o por la obsesión por los índices de audiencia, han renunciado a la búsqueda de la objetividad y realizar una lectura crítica de la realidad. Algun@s presentadores/as, tertulian@s, periodistas… han entrado y reproducido la misma dinámica populista y polarizadora de la clase política.

En otras ocasiones, directamente, han contribuido a dar visibilidad y normalizar los discursos de odio, criminalizar situaciones legítimas o blanquear a líderes y organizaciones antidemocráticas. Tratar estas cuestiones como legítimos temas de debate y darles visibilidad sin realizar un análisis crítico ni cuestionarlo no es neutralidad, sino complicidad. Quizás, deberíamos fomentar el periodismo constructivo (centrado en las soluciones, el análisis riguroso, sirve de inspiración, ofrece conocimiento a la sociedad, favorece la conversación, la implicación social, tiende puentes y evita la polarización).

Por otro lado, en Internet y las redes sociales, somos víctimas de la infoxicación (la saturación de información que dificulta su veracidad y análisis crítico) , las Fake News (bulos y noticias falsas creadas de forma intencional para influir en la opinión) y los filtros burbujas (los actuales algoritmos de las principales redes sociales y buscadores priorizan por la información más afín a nuestra forma de pensar, creando cámaras de eco que dificultan la objetividad y la reflexión al replicar y reforzar nuestras propias opiniones).

Por último, aunque la ideología debería ser algo racional, hay sin embargo una vinculación emocional con nuestra propia ideología y los partidos con los que nos mostramos afines. Según Manuel Arias Maldonado, en su libro La democracia sentimental, cuestionan que exista un comportamiento «racional» en las actitudes políticas. Esta vinculación emocional nos impide ser objetivos y autocríticos.

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